Con los testimonios de 11 testigos, las partes intentaron reconstruir el abuso sexual seguido de muerte de Aída Correa, ocurrido el 6 de febrero de 2012 en la localidad de Las Mesadas. El tribunal de la Sala V resolvió debatir a doble turno para que el juicio no deba dilatarse varios días más.
Los relatos de los testigos comprometieron, en cierto modo, a cada uno de los imputados: tanto a Horacio Ángel Marelli, quien era novio de la víctima, como a Aldo Rubén Rodríguez. Según la acusación del fiscal de Instrucción Guillermo Herrera, ambos atacaron a golpes a Aída, la violaron, la estrangularon y luego intentaron incinerar el cuerpo, que fue arrojado a un canal de riego del río Loro.
A ese ataque sexual se refirió Miguel Gordillo, uno de los testigos que declaró ayer. El hombre contó que conocía a un hermano de Marelli, Diego Cajal, quien falleció un año después del crimen de Aída. Dijo que Cajal fue a buscarlo tres días después del hecho para ofrecerle un soldador, que Gordillo se negó a comprar porque “era robado”.
Gordillo recordó que le llamó la atención que Cajal tenía marcas de rasguños en un brazo. Como ya había escuchado rumores que vinculaban a Marelli con el asesinato de Aída, le preguntó “¿por qué le hicieron eso a esa chica?”. Según relató ayer, Cajal le respondió: “yo no hice nada, no tengo nada que ver, fueron mi hermano y ‘El Salado’ (así es apodado Rodríguez)”. Y agregó que Cajal le contó detalles del ataque sexual, que intentaron prenderle fuego y que arrastraron el cuerpo hasta el canal.
“También me contó que estuvo un milico y que al otro día, antes de que encuentren el cuerpo, Marelli andaba arriba de un caballo mirando al canal”, declaró Gordillo.
Violencia de género
Uno de los testimonios más esperados por la fiscala de Cámara Juana Prieto de Sólimo y por la abogada querellante Mónica López era el de Érica Gordillo, la ex concubina de Rodríguez. La mujer debía presentarse durante la mañana y, como no lo hizo, el tribunal ordenó que fuera a buscarla la Policía. De esa manera llegó la testigo a tribunales, que comenzó su relato con lágrimas y nerviosismo.
Gordillo puso énfasis en las agresiones que -según dijo- recibía de parte de Rodríguez. “Mi vida era un infierno total”, remarcó. Contó que el imputado intentó varias veces prenderle fuego a su casa con ella y los dos hijos que tienen en común adentro, que la golpeaba todo el tiempo, que ejercía violencia sobre ella para obligarla a tener relaciones sexuales, que estaba siempre alcoholizado y que era agresivo también con los padres de ella.
“Una semana antes (del crimen de Aída) entró con un caballo a la casa y tiraba piedras para el techo, agarraba los sillones de la galería y los tiraba al canal. Me gritaba que no le tenía miedo ni a la Policía, que él entraba y salía cuando se le daba la gana”, declaró la mujer.
Sobre la madrugada del 6 de febrero de 2012, dijo que Rodríguez intentó entrar a su casa alrededor de las 3. “Ya vas a ver lo que te va a pasar”, dijo que la amenazó cuando ella no le permitió ingresar, y se fue. Después, Gordillo dijo que escuchó música a excesivo volumen hasta las 5. Sin embargo, no precisó de dónde venía el sonido y aseguró que no era de la casa de Marelli, que vive enfrente.
Esa tarde, alrededor de las 18, un vecino descubrió el cuerpo de Aída. “Cuando vi el cuerpo de Aída, lo primero que pensé era que había sido él (Rodríguez)”, dijo Gordillo. Y aclaró que sus sospechas estaban fundadas en los pedazos de telgopor con los que habían intentado de quemar el cadáver, ya que por esos días su madre había tirado telgopores en el fondo de su casa. “Él tenía la maldita maña de prenderle fuego a todo”, señaló.
Gordillo había declarado ante la Policía una semana después del crimen. Sin embargo, en el expediente figura más adelante un acta notarial con su firma donde niega lo expuesto anteriormente. Cuando Prieto de Sólimo le pidió a la testigo que explique eso, Gordillo respondió: “la madre y el tío de Rodríguez me llevaron obligada a una escribanía y me hicieron firmar, amenazándome con quitarme a mis hijos y meterme presa”.